Malena Estrada, "Fantasma"

Cuando me desperté el fantasma todavía estaba ahí pero al salir el sol se desvaneció. Me levanté y le pregunté a mis compañeras de cuarto si habían lo visto pero todas dijeron "¿Qué fantasma?", me miraron de una forma muy extraña y se fueron. Salí caminando por los oscuros pasillos, pasé por la cocina y escuché a las niñas decirle a la Directora que yo estaba loca porque imaginaba cosas.
Al llegar la noche las chicas me preguntaron:
- ¿Quién es el fantasma que tanto te mira Sara?.
- Es un niño muy extraño y tímido.
Ellas me dijeron que desde hacía mucho tiempo había rumores de que había muerto un niño en aquel lugar.
No podía dormir después de enterarme semejante noticia. Decidía ir a hablar con la Directora para confirmar mis sospechas. Ella lo confirmó todo: me explicó que su nombre era Esteban y que había muerto en circunstancias extrañas. "Nunca tuvo amigos", dijo y sentí pena por él.
A los pocos días el espíritu se presentó de nuevo y, sin temor, le pregunté:
- ¿Vos te llamás Esteban, no?
- Sí.
- ¿Por qué hablás conmigo?
porque yo solo quiero una amiga que me entienda para poder descansar al fin en paz.
Con la voz quebrada de emoción solo le dije: "Está bien, lo comprendo todo", y desde esa noche nunca más volvió.

Martín Tasori, "Sola"

"Está sola en su casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo. Todos los otros seres han muerto. Tocan a la puerta..."


Asustada mira a todas partes y pregunta:
- ¿Quién es?, pero nadie responde. Abre lentamente la puerta pero no hay nada del otro lado.
Minutos después, ella escucha que golpean de nuevo y vuelve a preguntar lo mismo. Pero esta vez, al abrir la puerta, siente la presencia de un espíritu en su casa: escucha ruidos de cadenas, gritos y las luces de toda la casa empiezan a prenderse y apagarse sin control. Era el fantasma el que golpeaba la puerta.
De pronto todo su hogar quedó en silencio, en calma. Y desde ese momento nada extraño volvió a ocurrir.

Marcelo Cruz, "Fantasma"

"Cuando me desperté el fantasma todavía estaba allí..."

Como todos los días. yo estoy en esta casa desde hace dos largos años. Cinco meses después de haber llegado lo vi por primera vez. En aquella ocasión me asusté muchísimo porque era una cosa espantosa, con las tripas al aire, un ojo salido y colgando, un pie quebrado y con muy mal aspecto.
En la casa me sigue a todos lados: si voy a la cocina, viene detrás mío arrastrando su pie quebrado; si subo al cuarto de arriba, viene flotando por encima de las escaleras. A veces despierto y está flotando en el techo con las entrañas rozándome la cara. Ya no sé qué hacer para deshacerme de él. Traje todo tipo de gente espiritistas pero ni una sola lo pudo sacar. Solo desaparecía un par de días y luego volvía a aparecer. La gente que me visita dice que puede ser un alma en pena, perro un sacerdote me dijo que era el espíritu de un hombre que había muerto en un espantoso accidente. Intenté averiguar algo pero no pude confirmar nada.
Lo cierto es que sí o sí se tiene que ir o sino tendré que irme yo porque así no se puede vivir. 

Ayrton Fiore, "Sola"

Está sola en su casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo. Todos los otros seres han muerto. Tocan a la puerta. No sabía quién podía ser, si sería un ser o su imaginación. Todas las plantas y las personas estaban muertas, no había nada. Todo desapareció luego de la explosión nuclear. No sabía qué la había provocado, y nunca los sabría. Sentía la soledad del mundo.
Ella estaba embarazada de mellizos. Ellos eran su única esperanza. Al pensarlo sintió un escalofrío y se levantó, estaba soñando. A su alrededor todo estaba bien. Había sido una terrible pesadilla.

Ayrton Fiore, "Fantasma"

Cuando me desperté el fantasma todavía estaba ahí.
No me sorprendió, ya que lo esperaba. Sacudió su nívea mano para que me acercara hacia él y me levanté lentamente hasta quedar a poca distancia de su extraña figura.
Se podía ver detalladamente su fisonomía: tenía la cara llena de cicatrices y llamaba poderosamente mi atención. Luego de unos minutos de mirarnos fijamente, una llave se oyó rn la puerta. Mi mirada giró hacia allí: eran mi mujer y mi hija. El fantasma desapareció rápidamente pero antes murmuró algo que que jamás olvidaré...


Diego Aragón, “La maldición”

Nos estábamos mudando. Los chicos estaban jugando en las plazas, los pájaros cantaban… pero al salir de la ciudad ese hermoso canto se convirtió en el graznar de unos cuervos y el silencio se apoderó de nosotros. En la nueva casa teníamos un solo vecino, una persona anciana de unos cincuenta y cinco años más o menos que nos dio la bienvenida. Cuando llegamos estaba lloviendo. Alfred, nuestro vecino, nos dijo que había un cementerio cerca y que en la casa existía un fantasma.
Tardamos unos días en desempacar y ordenar todo. Las cosas marchaban bastante bien hasta que tuvimos una discusión con mi hijo mayor. Se enojó mucho, agarró el auto y salió enloquecido hacia la carretera. No miró y un camión lo atropelló. Fue tan rápido que no tuvimos tiempo de reaccionar.
Al tiempo mi vecino me dijo que había un cementerio que podía  hacer revivir a mi hijo. Yo no se lo creí pero a los pocos días se murió Esther, la esposa de Alfred. A los pocos días ella estaba con él en el jardín de su casa. Le dije que reviviera a mi hijo. Aceptó. Lamentablemente, cuando lo revivió algo de él había cambiado, su carácter no era el mismo.
Fui a hablar con Alfred pero lo encontré muerto: lo había matado mi hijo. A la noche mi señora volvió de la casa de sus padres y escuchó la voz de mi hijo. Al cruzar la carretera desesperada la atropelló un camión. Mi suegro me llamó a la media noche preguntándome que si ella había llegado bien. Le respondí que no había regresado. En cuanto corté la comunicación  escuché la voz de mi hijo en la casa de Alfred. Lo estuve buscando por dos horas hasta que apareció: su cara estaba pálida, sus ojos rojos y un olor repugnante emanaba de su cuerpo. Me atacó e intentó clavarme un cuchillo en el medio del corazón pero no pudo. Él había atado a mi esposa del cuello con un alambre de púas y ahora intentaba hacer lo mismo conmigo, pero cuando me atacó la segunda vez con su mismo cuchillo se lo clavé en el pecho cortándolo hasta el cuello. Saqué los tres cuerpos pero la mujer de Alfred estaba con vida y ella era la única que había visto todo lo que pasó. También intentó matarme pero la tiré encima de una cuchilla de carnicero.
Dejé los cuatro cuerpos en el patio y prendí fuego las dos casas. Cuando llegó la policía me vio con los cuerpos y ahora estoy en esta celda de esta cárcel.

Tamara Ortiz, “La historia de Federico”

¡Les voy a contar por qué me mandaron a este lugar!
Por el año 1830 yo vivía con mi familia y aparentábamos ser normales. Mi familia estaba construida por Don Antonio, de unos 50 años, por su señora Doña Amanda y por mi hermano Carlos de unos 30 años. Éramos una familia adinerada y vivíamos en una gran mansión, alejada de las demás casas y cerca de un río.
En ese tiempo existía la esclavitud por lo cual teníamos dos chicas jóvenes de color para las tareas domésticas y para cocinar.
Un día yo me doy cuenta de que estaba enamorado de una de mis sirvientas. Pero no quería hacer pública la relación porque creía que sería un escándalo para la familia. Ya que ellos querían que me casara con una chica de mi posición. Desde entonces decidí no contra nada. Y dejarme llevar por lo que sentía mi corazón.
Pasaron los meses y nadie sospechó nada.
Hasta que un día mi mujer y sirvienta de la casa me dice que estaba esperando un bebé. Hablamos mucho sobre el embarazo y las consecuencias que tendríamos si la familia o el pueblo en donde vivíamos se enteraban de la noticia.
Luego pasó un mes de pensar en las consecuencias que nos traería ese bebé y nos pusimos de acuerdo en que lo mejor era no tenerlo. Al otro día abortamos y a la media noche enterramos el cuerpo en el jardín de la mansión. Rosa, mi mujer, no podía superarlo. Ella no dormía, no comía y nuestra relación prohibida ya no era la misma. Discutíamos todos los días por lo terrible error que habíamos cometido, Rosa lloraba al lado de la tumba de nuestro hijo cada vez que discutíamos y su locura y delgadez eran más notables día a día. Ella estaba aterrorizada porque cada vez que dormía veía unos minutos la carita del bebé y en sus breves mementos de descanso lo escuchaba llorar. Su enojo crecía, y su angustia también.
Pero yo seguía mi vida normal sin pensar y sin que me importaran los ataques de Rosa. Yo le decía que todo iba  a pasar y que algún día se olvidaría del horror que habíamos cometido.
Un día me fui a la casa de mi hermano Carlos. Rosa no se sentía bien, la dejé sola. Cuando regresé la encontré muerta sobre la cama. Había dejado una carta sobre la almohada que decía:
“No aguanto más. Estoy muy angustiada. No sé cuánto más voy a soportar este sufrimiento. Después de que leas esta carta seguramente estaré muerta. No olvides que te quiero.”
Cuando terminé de leer la carta quedé paralizado por unos minutos. No podía entender que Rosa había muerto. Yo la amaba y en ese momento me di cuenta por lo que ella había pasado. La culpa me había invadido. Y a gritos le conté todo la verdad a mi familia. Ellos quedaron muy sorprendidos y se enojaron mucho, al saber que yo les había ocultado la verdad. Después de un año enloquecí y mi familia decidió enviarme a este manicomio.

Nicolás Romero, "Pesadilla en el teatro"

 Yo seguía enojado, tras jugar un mal partido de fútbol no veía la hora de llegar a mi casa a descansar. Una vez allí llamé a algunos amigos, para disfrutar unas pizzas y cervezas, para ver que planeábamos hacer por la noche. Llegaron Mike y Oswald. Miramos televisión y comimos, hasta que en un momento Oswald rompe el silencio.
- Chicos la noche nos llama, terminemos nuestras cervezas y vamos a algún boliche.
- Tengo un plan mejor…- Interrumpe Mike- Vamos a probar una emoción nueva.
-  ¿Que proponés?- Pregunté.
- Mirá, conozco un lugar que si le hacemos algunas refacciones podría servirnos para hacer nuestras juntas y de vez en cuando hacer fiestas- Acotó Mike.
- Mmm.....… Suena bien. Vamos a ver el lugar- Respondí rápidamente con expresión decisiva.
 Partimos rápidamente de mi casa, y al cabo de un momento llegamos al lugar:
- Este lugar es un desastre Mike- Grité con cierta decepción.
- Mirá entremos, y verás de lo que te hablo- Me respondió tranquilamente Mike tras mi horrendo grito.
Ni bien dijo esto, Mike abrió las puertas de ese antiguo teatro con una ganzúa, y nos mostró el interior. Quedamos boquiabiertos al ver el estado del lugar.
- No lo creo, esto es increíble- Dijo Oswald, que seguía sorprendido.
- Pues quería darles una sorpresa, me gasté mi dinerito aquí, pero valió la pena- Respondió Mike con una sonrisa en la cara.
Mike había dejado una heladera con cervezas y un equipo de estéreo en una de las habitaciones de utilería que  daba a la puerta externa del teatro.
- Necesito que veamos el lugar, esta habitación es lo único que podemos rescatar del teatro, lo demás esta semidestruido, pero con un poco de trabajo podremos - Incentivaba Mike, mientras seguía mostrando el teatro.
- La verdad que será mucho trabajo- Dije mientras ojeaba el lugar de punta a punta.
- ¡Oswald!- Gritó casi de la nada Mike, al ver que su amigo no se encontraba con ellos.
-  Estoy con las cervezas - Respondió viendo alegremente Oswald.
Pero en ese preciso momento, la puerta del teatro se cerró.
- No había tanto viento cuando entramos acoté rápidamente- Debió haber sido un idiota que cerró la puerta.
Luego, vi una sombra cruzar rápidamente sobre el escenario, por lo que, comencé a revisar  cada sector del teatro
- Vamos, sal de donde estés, se acabó la broma grité esperando que alguien me diga que eso era un simple juego. Pero no tuve respuesta.
Al darme cuenta de lo sucedido, Mike y yo fuimos hacía donde estaba Oswald para irnos, pero él ya no estaba.
- ¡Dios mío! ¿Dónde está Oswald?- Se preguntaba Mike, sumamente preocupado y muerto de miedo.
Nos quedamos callados por un momento mirándonos mutuamente, aunque se nos veía muy descolocados.
- Tiene que estar en el teatro- Susurré levemente.
Dimos vueltas durante algunas horas en el teatro, sin respuestas, nos paramos sobre el escenario para poder ver el teatro completo, y en ese momento se prendió uno de los reflectores del escenario. Escuchamos una voz macabra que decía: “Señores, se acabó la función”.
Estábamos duros de miedo, y la voz nos seguía hablando, pero no sabíamos de dónde provenía:
“Este lugar es de mi propiedad, se atrevieron a ocuparlo y ahora sufrirán las consecuencias, ahora me divertiré con su amigo”, y se apagaron las luces.
Salimos del lugar y miramos entrada por entrada, ninguna se veía forzada, ni en condición de haberse abierto. Empezamos a dudar.
- ¿Será alguien que habita en el teatro hace tiempo y que no quiere perder su hogar?- Pregunté.
- Sea como sea, nuestro amigo no tiene nada que ver- Decía indignado Mike.
Entramos de nuevo, y automáticamente la puerta se bloqueó. Avanzamos entre las butacas, viendo si había rastro de Oswald o de la misteriosa sombra.
Lo único que vimos fue una latita de cerveza girando en el suelo. La preocupación de nosotros comenzaba a ser cada vez más alta, pero luego escuchamos unos ruidos y fuimos a ver qué pasaba. Estábamos en uno de los camarines, revisando de dónde provenía el ruido. Cuando se escuchó el primer gritó, me di cuenta que estaba solo, reconocí la voz de Mike en el gritó y fui hacia donde estaba. Se oyó otro gritó, era uno voz femenina, de alguien joven, yo ya estaba confundido, y cuando entré en el camarín encontré a Mike con una chica, de aproximadamente cinco años, vestida con harapos, parecía una pordiosera, aunque su rostro indicaba ternura.
- ¿Estás bien pequeña? –Preguntó Mike.
-  Sí, tengo sueño, pero estoy bien.- Respondió.
- ¿Cómo te llamas?- Pregunté.
- Soy clara, ésta es mi habitación, ¿les gustaría jugar conmigo?- Respondía la niña.
Estábamos desconcertados.
- ¿Ésta es tu habitación? ¿Vivís acá? –pregunté.
- Sí, desde que mami y papi se fueron yo vivo con mis hermanos aquí.
-  ¿Y tus hermanos dónde están? – preguntó Mike.
- Fueron a buscar algo de comer, pero no importa, vamos a jugar, miren mi caballito – nos decía Clara, bastante alegre por tener visitas.
Estuvimos durante un momento interrogando a la niña y cuando nos acordamos intentamos recobrar la búsqueda, por lo que Mike preguntó:
-  ¿Y qué hacemos con la niña?
- Llevémosla con nosotros, no podemos dejarla aquí sola –dije.
-   Está bien – decía Mike mientras la cargaba entre sus brazos.
Volvimos al escenario, íbamos con clara, que era la que menos asustada se veía. La luz se volvió a encender. La voz recobró fuerzas de la nada y se oyó:
- Jóvenes insolentes, dejen a la niña y váyanse.
-  Danos a nuestro amigo y te dejamos tranquilo.
- Me parece perfecto, dejaré a su amigo afuera - dijo la sombra que se mostró frente a nosotros.
Era una persona alta de aproximadamente un metro noventa, demasiado delgado, cubierto totalmente de una túnica negra; se movía de manera rápida y sutil. Clara al verlo fue hacia él y lo tomo de las piernas.
-  Ya les he dicho: ¡váyanse! – les reprocho la sombra.
- Está bien, vendremos mañana por la heladera y el estéreo – dijo Mike.
- ¡Váyanse ya! – gritó la sombra y después nos fuimos.
Al día siguiente, fuimos a buscar nuestras pertenencias, las cuales estaban totalmente destrozadas.
Mike estaba muy enojado. Oswald le decía que no se ponga así, que eso se recuperaría.
A la semana se conoció la noticia del teatro incendiado con dos víctimas fatales.
Una mañana desperté, llegué a la Universidad y me encontré con Mike y Oswald, y les dije:
- Chicos, no saben lo que me pasó, tuve terrible pesadilla.
- Cuéntanos – dijo Oswald.
- Está bien – y le relate todo lo ocurrido en el teatro.

Juan Rodríguez "El loco del jardín"


¡¿Loco?! Lo veremos. Si hubiera estado loco jamás hubiera podido deshacerme de ese repulsivo ser. Escuchen y sabrán la verdad de todo lo que hice.
            Todo comenzó con una pelea con mi familia, no sé por qué razón ni cuándo, pero logró enojarme de tal manera que no quise volverlos a ver jamás. Fue ahí cuando me mudé a ese pequeño y desolado pueblo, Hauson, un lugar que me aseguraba paz y tranquilidad. El único problema era conseguir trabajo y una casa. Busqué en todo el lugar pero lo único accesible con la plata que poseía fue un cuarto de una casa gigantesca y llena de cosas viejas, polvorientas y llenos de telarañas. En esta casa solo vivía un viejo señor, alto, amable y bondadoso. Siempre se la pasaba haciendo proyectos, no sé de qué pero tardaba mucho tiempo y se quedaba a admirarlos sentado en una silla vieja echa por él mismo. Se llamaba Henry Manson. Estaba divorciado pero siempre miraba una foto de ella. Hasta ahí no ocurrió nada. Sus enfermedades y sus problemas no me molestaban pero el problema empezó cuando noté esos diabólicos gestos que hacía cuando estaba nervioso o enojado. Según el médico el padecía de una afección que afectaba la mitad de su rostro, era un estilo de parálisis temporaria que también cambiaba totalmente su risa.
            Pasaron los días y ese gesto cada vez me generaban más miedo, en algunos momentos pensaba que sería permanente y que el bondadoso señor que yo conocía sería cambiado por la personalidad oscura que se ocultaba en esa marca.
El terror que tenía se convirtió en odio y este me susurraba constantemente que me deshiciera de ese repugnante ser. Al principio le hacía caso pero ese sentimiento se hacía cada vez más fuerte y terminé haciéndole caso, planifiqué todo y día a día anoté mientras lo observaba todos sus movimientos y planeé hacerlo al día siguiente, el jueves 24 de agosto a las doce de la noche.
Ya era el día, solo estaba a unas horas de lo planificado. Cené y preparé todo, luego esperé el horario fijado mirando por la ventana esa fría y oscura noche. Ya eran las once treinta así que me paré y fui con mucho cuidado por el pasillo hasta su puerta abriéndola lentamente entre sigilosamente y me sorprendí al verlo despierto y con ese gesto horroroso alumbrado por el único rayo de luz en toda la habitación. Estaba paralizado, el tiempo corría y ya eran casi las doce, aún seguía despierto. Entonces decidí saltar sobre él y sacar un cuchillo, lo apuñalé varias veces en el pecho. Agonizaba pero no me importó y sin esperar lo arrastré hasta el jardín trasero, corrí cuidadosamente las macetas, el césped y unas cuantas flores que se hallaban cerca de una esquina del paredón. En ese  mismo lugar cabe una fosa de una medida más o menos de un metro y medio de profundidad. Lo coloqué ahí. Estaba totalmente rígido, no tenía fuerzas y se estaba ahogando con su propia sangre. Su expresión aún permanecía. Lo tapé cuidadosamente y coloqué cada flor en su lugar. Podé los árboles y arbustos para hacer parecer que moví las flores solo porque estaba arreglando el jardín.
Ya eran las 6 de la mañana y decidí tomar su auto. Lo llevé hacia las afueras del pueblo cerca de una pequeña laguna. Lo hice par que creyeran que él no se hallaba.
Cuando llegué, desayuné y tranquilamente ordené todo. Luego alguien llamó a la puerta diciendo en voz alta “¡Policía!”. Los atendí y me dijeron que alguien había realizado una denuncia por escuchar ruidos extraños en mi casa. Le respondí que había sido yo al arreglar al jardín pero si querían que pasaran a revisar. Lo hicieron pero no notaron nada. Me preguntaron por el dueño de la casa. Les respondí que había salido de pesca al lago de las afueras del lugar. Y no dudaron al ver que no estaba su auto. Salieron del jardín y revisaron todo. No encontraron nada sospechoso y notaron que era verdad lo que les conté sobre el arreglo del jardín. Saqué un par de sillas y los senté al lado de las flores. Hablé un rato con ellos. Noté que habían pasado dos horas de su llegada  y que eran las 11:30 de la mañana y no tenía mucho sueño. No quería pedirles que se vayan para no levantar sospechas, entonces decidí pararme y buscar una manguera para regar las plantas, pero antes corrí una maceta que estaba más puesta al hacerlo escuché esa horrible risa, no podía ser había muerto y estaba enterrado varios centímetros bajo tierra. Me quedé paralizado, me preguntaron si estaba bien pensé que me estaban tomando de tonto y que si habían escuchado ese ruido me senté rápido y me quedé ahí. Seguí hablando y tratando de tranquilizarme pero la seguía escuchando. Ellos estaban quietos y tranquilos, parecía que no notaban nada mientras pensaban la oí de vuelta ya no podía más,  sudaba, temblaba y mis manos se movían de un lado para otro, mi corazón latía cada vez más rápido. Al oír ese horrible sonido ya no soporté más. Parecía que ellos me hacían sufrir a propósito. ¿Por qué no se iban? Seguían allí sentados, tranquilos, mientras yo sufrí, casi que me ahogaba, no resistía y al fin, desesperado, confesé todo. Les dije cómo lo había asesinado y ocultado su cuerpo debajo de las flores de mi jardín.
Desde ese día estoy aquí, encerrado, condenado a cadena perpetua y sólo, completamente solo.

Lucas Ojeda, “Sola”


“Está sola en su casa. Sabe que no  hay nadie más en el mundo. Todos los otros seres han muerto, tocan a la puerta…”

Está sola en la casa. Los que salieron no volvieron. Está sola en la casa sin nadie con quien hablar. Meses después aparece una señora en la casa pidiendo dónde vivir. La chica le dio el techo de su casa, comida y muchas cosas más. Se empezaron a conocer, la señora le dijo:
-         Sabe que no hay nada en el mundo más importante que una familia.
La chica lloró sin tener palabras que decir. La señora sin saber qué hacer le dio un abrazo con mucho amor diciéndole “No estás sola, ahora yo estoy aquí para ayudarte y escucharte, por algo Dios me hizo llegar hasta ti”. La chica desconsolada le dijo: “Todos los otros seres han muerto para mí desde que ellos no están aquí”. Apenas termina de decir todo eso tocan la puerta. Eran noticias de su familia que había mandado recado diciendo que habían encontrado un lugar muy lindo, silencioso, que muy pronto la pasarían a buscar desde el cielo.

Sebastián Benítez, "Sola"

“Está sola en su casa. Sabe que no  hay nadie más en el mundo. Todos los otros seres han muerto, tocan a la puerta…”

Está sola en su casa. Sabe que no había nadie más en el mundo. Todos están muertos por causa de una radiación nuclear. Hay un sobreviviente porque estaba en un refugio anti bombas en el momento de la explosión. Ella escucha un golpe en la puerta pero no había nadie. Se da cuenta que golpearon de vuelta. Muy asustada toma la escopeta y antes de salir afuera se da cuenta que solo tiene dos balas. Al abrir la puerta entiende que son demasiados y decide terminar con su martirio.

Nicolás Esquivel, “Sola”

“Está sola en su casa. Sabe que no  hay nadie más en el mundo. Todos los otros seres han muerto, tocan a la puerta…”

Su mente turbada no comprende la situación, aun así hace un esfuerzo para ubicarse:
¿Dónde está?
¿Cuánto tiempo pasó?
El recuerdo de los momentos felices vividos junto a aquellos seres que tanto apreciaba comienza a agolparse en su memoria, solo que hoy parecen tan lejanos. Intenta concentrar su mente y así lograr comprender la situación, recuerda la catástrofe, también recuerda aquel estruendo ensordecedor que le hizo dar un salto a su corazón y la calma que cubrío el lugar de inmediato avanzando sobre la tierra, destruyendo todo a su paso…
 Otros golpes a la puerta, la saca de sus pensamientos
¿Cómo puede sonar la puerta?
¿Quién puede llamar a la puerta si sé que estoy sola en el mundo?
¿Cómo pude sobrevivir?
¿Estoy sola en el mundo?
 Mira a su alrededor y se da cuenta que está tirada en el suelo aunque no reconozca el lugar.
¿Cómo llegó allí?
Lentamente se incorpora y se acerca a la puerta, intenta tomar el picaporte pero al hacerlo su mano atraviesa la puerta y desaparece. Con un ruido tenebroso se abre la puerta y la mano se muestra de nuevo pero en su forma esquelética. Resignada comprende que es la muerte que viene por ella.
¿Podrá escapar de la muerte?
¿O el manto oscuro cubrirá la luz que brilla en su mirada?

Anahí López, “Sola”

“Está sola en su casa. Sabe que no  hay nadie más en el mundo. Todos los otros seres han muerto, tocan a la puerta…”

Ella está muy asustada, no sabe qué hacer: si ver quién o qué toca la puerta o ir a esconderse en el sótano de su casa. Hasta que se atreve a abrir la puerta pero no había nadie: solo la oscuridad de la noche. Sale a la calle a ver si hay algo pero nada, era todo como un desierto. Vuelve a entrar a su casa, cierra la puerta y se va a acostar pero a mitad de la noche algo la levanta de su cama: era un ruido muy raro, como rasguños en la puerta. Muy asustada va al sótano y busca algo para poder defenderse de lo que pudiera ser lo que produjera ese ruido. Va caminando despacio hacia la puerta y cuando la abre no había nada, solo la rama de un árbol que golpeaba contra la puerta. Se da cuenta que se está volviendo loca y que no puede seguir viviendo así. Entonces decide terminar con su sufrimiento: va hacia la cocina, busca una soga, la ata al techo del baño y antes de quitarse la vida escribe en el espejo “No puedo seguir así, sabiendo que soy la única persona viva en el mundo”.

Germán Colabelli, “Fantasma”

“Cuando me desperté el fantasma todavía estaba ahí…”

Después de desmayarme por el susto, lo miré y salí corriendo por la calle. Un camión frenó justo en mi cara, impidiendo mi muerte.
Seguí corriendo y una sombra me seguía. Me caí pero nunca toqué el suelo, me sorprendí y noté que a mi alrededor no había nadie.
Yo creí era un sueño o una pesadilla común y corriente, pero las horas pasaban y no pude seguir engañándome.
El fantasma apareció de entre las paredes persiguiéndome logrando alcanzarme pero corrí furiosamente perdiéndolo, me paré en el cordón de la calle en el mismo momento que un camión volcó largando fragmentos pequeños y uno se incrusta en mi garganta matándome instantáneamente por un profundo corte.

Hernán Vallejos, “Fantasma”

“Cuando me desperté el fantasma todavía estaba ahí…”

Tan tranquilo y sereno que inspiraba paz más que miedo. Observaba sin intenciones.     
Se había pasado toda la noche en el mismo rincón, daba la sensación de que  estuviera cuidándome. No era un fantasma común, solo observaba. Abrí las ventanas de la habitación y sin darme vuelta entré al baño. Luego de una larga ducha, al correr la cortina encontré una muda de ropa preparada sobre la cama. Pero antes de que pudiera agarrarla el fantasma la tomó y se la colocó.
No tenía respuestas, ni explicación para aquella situación tan extraña, ni me molestaba el fantasma que todavía estaba ahí mirándome.

Camila Acosta, “Fantasma”

“Cuando me desperté el fantasma todavía estaba ahí…”

Muy asustada salí corriendo me metí en un campo. Caminaba por un extraño sendero que subía por una colina, allí arriba había una hermosa casa blanca rodeada por un jardín, golpeé la puerta pero nadie respondía. Abrí. No había nadie. Pregunté “¿Hay alguien aquí?” pero mis palabras se perdieron el silencio.
Comencé  a caminar y de pronto escuché ruidos en la cocina. Me asomé lentamente para ver quién era. Sin embargo no había nadie. Más tarde escuché ruidos en la habitación de arriba, subí las escaleras y me encontré con el fantasma. Quise escapar, pero tropecé y caí rodando las escaleras. Quedé desmayada en el piso por un largo rato. Cuando desperté estaba en el hospital y los doctores me preguntaban qué hacía en esa casa abandonada. No lo recordaba ya que había perdido la memoria, no entendía nada  de lo que me decían, solamente lo recordaba que se me había aparecido el fantasma. Los enfermeros creían que estaba loca, porque ellos habían investigado en la casa y no habían encontrado nada. Les dije que había visto al fantasma pero nadie lo creyó. Los enfermeros me colocaron un sedante para que se durmiera. Luego desperté y vi al fantasma. Aterrorizada llamé a los enfermeros y les dije que el fantasma estaba sentado en la silla. Ellos miraban desconcertados: no había nada. Decían que estaba alucinando. Pero no se dieron cuenta que el fantasma seguía ahí.

Julián Moralejo, “Fantasma”

"Cuando me desperté el fantasma todavía estaba ahí…”

Su rostro me era familiar, pero no sabía quién era. Él giró la cara y estiró el brazo queriendo que me acercara. Le pregunté quién era.  No contestó. Volví a preguntar pero nada, permaneció en silencio. Arto, le dije:
-         Si querés que vaya con vos decime quién sos.
Me miró, extendió su brazo y me propuso otra cosa:
-         Venís conmigo y luego te digo quién soy.
-         Está bien pero ¿a dónde vamos?; pregunté.
-         Lo vas a ver luego-; contestó.
Mientras viajábamos vi el recorrido de mi vida pero hacia atrás. Primero fuimos a mi cumpleaños en el que festejé mis 70 años, rodeado de nietos, bisnietos e hijos. Luego al de 62 años en el que falleció mi esposa. Más tarde fuimos a mis vacaciones con mi esposa en un crucero por el mundo, que fue uno de los momentos más lindos de mi vida. Seguimos el camino del recorrido de mi vida. El nacimiento de mis nietos, hijos, cuando me casé y las etapas más importantes de mi vida. Hasta que llegamos al final.
Le pregunté quién era.
No contestó y se fue.

Pablo Campos, “Fantasma”

"Cuando me desperté el fantasma todavía estaba ahí..."

Pensé que era un sueño pero no…….
Todavía no se había ido... me había asustado, no sabía qué hacer. Yo había soñado a ese fantasma hacía unos días atrás pero nunca pensé que fuera verdad, nunca pensé que un fantasma podía aparecer de un sueño a la vida real por eso al verlo me asusté tanto que me tapé hasta la cabeza. Pasaron varias horas, hasta que el fantasma  empezó a hablar, estaba hablando de mi pasado… de cosas que yo había evitado toda mi vida. Al  principio sentí miedo, pero después me di cuenta que aquel espectro tenía razón en la cosas que me decía. Estuvimos hablando un buen rato y me hizo entrar en razón, me hizo ver cosas que yo había ocultado toda mi vida.
Después de un buen rato el fantasma se había ido, alejándose lentamente. Me dijo que había cumplido lo que vino a hacer aquí… al mundo de los vivos…

Oriana Grosso, “Fantasma”

"Cuando me desperté el fantasma todavía estaba ahí…”

Luego me dí cuenta que solo era mi cuerpo muerto reflejado en el espejo, y en un instante pude recordar toda mi vida, y también pude recordar como fallecí.
Una mañana iba camino a mi trabajo pero debí regresar a casa porque me había olvidado unos archivos. Al llegar vi a mi marido saliendo del edificio. Me pareció muy extraño que él se hubiera levantado temprano, entonces lo seguí. Entró a una cafetería, me pareció muy raro porque a él no le gustan ese tipo de lugares.  Entré y lo vi con otra mujer. Él se dio la vuelta y me vio: se me cayó una lágrima de odio, rencor y mucho dolor.
Volví rápidamente a casa, casi corriendo. Él me estaba siguiendo.
Cuando llegué fui directo al balcón y él me siguió hasta ahí. Discutimos y forcejeamos. Me agarró del brazo y yo lo empujé, sin darme cuenta se tropezó con una maceta y se cayó del balcón. Murió al instante. Cuando me di cuenta de lo que había hecho decidí tirarme desde el octavo piso de mi departamento. Y así fue como fallecí.

Gabriel Benítez, “Fantasma”

“Cuando me desperté el fantasma todavía estaba ahí…”

Mirándome como si esperara que hiciera algo y con una voz de fantasma siniestro y condenado me dijo:
-Todavía es demasiado temprano deberías seguir durmiendo.
Estaba pensando en lo que me dijo pero contesté:
-Ya no tengo sueño.
Por miedo a que me hiciera algo verdaderamente macabro me quedé despierto con él.
Eran las 5:30 de la mañana y comenzaba a mover los ojos, para no quedarme dormido tomaba agua del vaso que me había traído en la noche. Bebía a cada rato para no quedarme dormido y pensaba en un plan para deshacerme de él. Entonces le pedí que me contase su vida, sus mejores días, sus peores, sus mejores experiencias y las peores. Con ello pretendía ganar tiempo para pensar en algo. Me pareció muy interesante su vida y así perdí la noción del tiempo. Descubrí (gracias a un amigo que le había pasado lo mismo que a mí) que los fantasmas desaparecían con la luz del sol. Utilicé mi astucia y seguí engañándolo (ese era mi plan desde un principio). Eran las 6:30. Mientras permanecía dentro de mi habitación encerrado con el fantasma, los cálidos rayos del sol yacían en el horizonte esperando salir… ya se asomaban por el horizonte… yo ya lo sabía… era el momento final.
El sol estaba en su punto de salida y el fantasma todavía seguía allí. En ese momento se dio cuenta de mi plan y con un gesto de impotencia me creí en problemas. Sin embargo lo que hizo fue decirme:
-         Si querías que me fuese solo tenías que pedírmelo. Soy un fantasma amable, el que me veas como un monstruo no significa que vaya a actuar como tal…
Y diciendo esto desapareció.

Tamara Esquivel, "Fantasma"

“Cuando me desperté el fantasma todavía estaba ahí…”

Sin saber dónde me encontraba trate de moverme y no pude. No lograba entender qué pasaba, en mi mente no había recuerdos.
Cuando pude reaccionar volví a mirar y el fantasma había desaparecido.
En la habitación apenas iluminada con la luz de la luna, el silencio de la noche reinaba solo interrumpido por la brisa que movía los árboles. Caminé hacia la puerta. Al asomarme observé un largo pasillo muy oscuro que terminaba en la puerta del ático de la que se escapaba una tenue luz.
Caminé muy despacio y parecía no tener fin. Rozando la pared noté que de ella colgaban varios cuadros pero no pude distinguir las imágenes. Apresuré el paso. Subí la escalera que me llevaba al altillo. En la oscuridad solo pude distinguir un viejo baúl. Me acerqué para observar lo que en él se guardaba pero al hacerlo me sobresalté perdiendo el equilibrio, intenté sujetarme de un cortinado que no tuvo la suficiente fuerza y se rompió dejando el altillo completamente iluminado. Observé en el piso mi propio cuerpo sin vida.
Al instante recordé a mis seres queridos y la vida pasada, al levantar la mirada vi a mi esposo que con el mismo amor de antes tomó mi mano y dijo:
-         Prometí amarte por toda la eternidad, ya es hora de irnos
Al alejarnos pude ver la casa, que construimos con amor, destruida.  La miré con tristeza hasta que ya no la pude ver más…