Diego Aragón, “La maldición”

Nos estábamos mudando. Los chicos estaban jugando en las plazas, los pájaros cantaban… pero al salir de la ciudad ese hermoso canto se convirtió en el graznar de unos cuervos y el silencio se apoderó de nosotros. En la nueva casa teníamos un solo vecino, una persona anciana de unos cincuenta y cinco años más o menos que nos dio la bienvenida. Cuando llegamos estaba lloviendo. Alfred, nuestro vecino, nos dijo que había un cementerio cerca y que en la casa existía un fantasma.
Tardamos unos días en desempacar y ordenar todo. Las cosas marchaban bastante bien hasta que tuvimos una discusión con mi hijo mayor. Se enojó mucho, agarró el auto y salió enloquecido hacia la carretera. No miró y un camión lo atropelló. Fue tan rápido que no tuvimos tiempo de reaccionar.
Al tiempo mi vecino me dijo que había un cementerio que podía  hacer revivir a mi hijo. Yo no se lo creí pero a los pocos días se murió Esther, la esposa de Alfred. A los pocos días ella estaba con él en el jardín de su casa. Le dije que reviviera a mi hijo. Aceptó. Lamentablemente, cuando lo revivió algo de él había cambiado, su carácter no era el mismo.
Fui a hablar con Alfred pero lo encontré muerto: lo había matado mi hijo. A la noche mi señora volvió de la casa de sus padres y escuchó la voz de mi hijo. Al cruzar la carretera desesperada la atropelló un camión. Mi suegro me llamó a la media noche preguntándome que si ella había llegado bien. Le respondí que no había regresado. En cuanto corté la comunicación  escuché la voz de mi hijo en la casa de Alfred. Lo estuve buscando por dos horas hasta que apareció: su cara estaba pálida, sus ojos rojos y un olor repugnante emanaba de su cuerpo. Me atacó e intentó clavarme un cuchillo en el medio del corazón pero no pudo. Él había atado a mi esposa del cuello con un alambre de púas y ahora intentaba hacer lo mismo conmigo, pero cuando me atacó la segunda vez con su mismo cuchillo se lo clavé en el pecho cortándolo hasta el cuello. Saqué los tres cuerpos pero la mujer de Alfred estaba con vida y ella era la única que había visto todo lo que pasó. También intentó matarme pero la tiré encima de una cuchilla de carnicero.
Dejé los cuatro cuerpos en el patio y prendí fuego las dos casas. Cuando llegó la policía me vio con los cuerpos y ahora estoy en esta celda de esta cárcel.

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