Una noche, un hombre iba de viaje a la casa de su mamá. Era un viaje largo, unas 48hs. Para llegar a destino tenía que pasar por un bosque. Matías no tenía ningún problema, hasta que se le quedó el auto en medio de la nada:
- Bueno me parece que voy a tener que buscar ayuda- se dijo así mismo.
- Bueno me parece que voy a tener que buscar ayuda- se dijo así mismo.
Caminaba tranquilo y encontró un camino. Lo siguió. De repente escuchó pasos, se dio la vuelta y no vio nada. Siguió avanzando y oyó nuevamente pasos, pero no vio nada ni nadie. Se empezó a sentir muy incómodo. De pronto un hombre, con aspecto de muerto, muy pálido y ojeroso, apareció de la nada. El muchacho se asustó y se fue corriendo. Mientras lo hacía, se dio cuenta que estaba en un pueblo desierto y que se había perdido. Empezó a tener miedo. Seguía escuchando esos pasos y el sonido de un celular.
- Un celular!!! Ah! Cierto que yo lo tengo en el bolsillo!- Se tranquilizó
- Un celular!!! Ah! Cierto que yo lo tengo en el bolsillo!- Se tranquilizó
Intentó llamar a alguien pero no tenía crédito y la batería estaba casi agotada. Miró hora: eran las 17:30. Se sentó en un tronco y se puso a llorar con la cabeza gacha. En ese momento observó unos pies delante de él. Era el hombre que había visto, pero no lo reconoció y se fue corriendo. Vio un cartel tirado en el piso que decía que a 900km estaba la ciudad más cercana. El chico intentó llegar a la ruta pero el hombre lo alcanzó y le dijo:
- Tú vida va a terminar acá.
Matías llorando dice:
- ¿Por qué yo? ¿Por qué? No te hice nada malo.
- Porque odio a tu familia, en especial a vos, porque me sacaste algo que quería mucho, decías cosas feas de mí, y me echaste siempre atrás.
- Tú vida va a terminar acá.
Matías llorando dice:
- ¿Por qué yo? ¿Por qué? No te hice nada malo.
- Porque odio a tu familia, en especial a vos, porque me sacaste algo que quería mucho, decías cosas feas de mí, y me echaste siempre atrás.
El hombre lo miró sin entender.
- ¿Qué todavía no me reconoces? Por tu culpa me llevaron al loquero.
- Tú…
- ¿Qué todavía no me reconoces? Por tu culpa me llevaron al loquero.
- Tú…
El joven no terminó sus palabras. El filo del cuchillo ya acariciaba su carne.
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